Llegada a El Almerge
Cabecera
Detalle del vano absidal
Escaleras talladas en la roca
Aljibe situado a 50 metros de la parroquial
Me gustaría por medio de este reportaje recordar y homenajear a José Luis Aramendía, tristemente fallecido hace escasos días en Zaragoza (09-02-13). Fue uno de los grandes expertos sobre románico de Aragón, entre otras cosas publicó seis magníficos tomos que llevaban por nombre El Románico en Aragón. Y es que casualmente llevaba yo unos meses muy centrado en su obra, precisamente del tomo III de la colección antes citada he sacado parte de los textos de este reportaje.
Encontramos el despoblado de El Almerge muy próximo al monasterio del Pueyo, a unos dos kilómetros hacia el oeste, en la comarca del Somontano de Barbastro.
Lo más interesante son las ruinas de lo que fue su iglesia parroquial, y nadie mejor que Aramendía para describir el templo “Es de una sola nave rectangular y ábside semicircular litúrgicamente orientado, cuyo arco principal apea sobre columnas adosadas con capiteles, uno de ellos tallado. Centrada en el ábside, un ventana con arco de medio punto y dovelas, otra de similares características en el muro sur, ambas con derrame interior. También hay una puerta con arco de medio punto semienterrada en el muro norte”
Además de las ruinas de la iglesia encontramos varios arranques de muros de medio metro de altura, un aljibe, mechinales y también varias escaleras talladas en la roca que confirman la existencia del antiguo poblamiento.
El Almerge aparece citado por primera vez en la colección diplomática de Pedro I, en el año 1095.
Finalizo el reportaje con una reflexión del propio Aramendía sacada de uno de sus libros “Es absolutamente necesario para apreciar la austera belleza del arte románico, contemplarlo con el alma más que con los sentidos corporales, ya que fue un movimiento que no buscaba la belleza y voluptuosidad, sino un llamamiento a las conciencias”.
Finalizo el reportaje con una reflexión del propio Aramendía sacada de uno de sus libros “Es absolutamente necesario para apreciar la austera belleza del arte románico, contemplarlo con el alma más que con los sentidos corporales, ya que fue un movimiento que no buscaba la belleza y voluptuosidad, sino un llamamiento a las conciencias”.